José Woldenberg, en su reciente comentario #Opinión, resalta una preocupante realidad en el panorama de la discusión pública actual. Según él, estamos en medio de una competencia a la baja, en la que no parece haber ningún esfuerzo por elevar el nivel del debate. En lugar de aprovechar las plataformas para discutir y confrontar ideas constructivas, muchas veces terminamos arrojando insultos y generando divisiones aún mayores.
Vivimos en una época de comunicación abierta, donde las redes sociales permiten que cualquier persona con acceso a internet pueda expresar su opinión. Lo que en un principio parecía ser una gran oportunidad para abrir el diálogo y confrontar ideas, en muchas ocasiones se ha convertido en una batalla de insultos sin sentido, ofensas personales y generalizaciones vagas.
Muchas veces, parece que el propósito del debate en línea no es tanto el de encontrar un terreno común, o llegar a algún acuerdo, sino el de derribar a aquellos que piensen diferente. Aquí es donde la noción de una «competencia a la baja» realmente cobra vida.
Y esto no es exclusivo del ciudadano medio; figura en todas las esferas de nuestra sociedad, desde los hilos de comentarios en redes sociales hasta los discursos políticos. Por alguna razón, a veces parece que estamos más interesados en demostrar que alguien está equivocado que en buscar puntos en común y trabajar juntos para encontrar soluciones.
José Woldenberg nos invita, a través de su comentario, a reflexionar sobre la forma en que debatimos y planteamos nuestras diferencias. A dejar de lado los ataques personales y centrarnos en las ideas y los argumentos. A recordar que la diversidad de opiniones es una fortaleza y no una debilidad, y que por mucho que uno intente ganar un debate, al final del día, lo que realmente importa es contribuir al intercambio de ideas y al progreso de nuestra sociedad.
Entonces, ¿quiénes tienen la responsabilidad de elevar nuestros debates? En realidad, todos nosotros. Cada vez que escribimos un comentario, que iniciamos un hilo, que respondemos a un tweet, tenemos la oportunidad de hacer la diferencia. Por tanto, el verdadero reto está en nuestras manos, en cada uno de nosotros: lograr que el debate sea construido sobre argumentos y propuestas, en lugar de descalificaciones e insultos.
Al final del día, la calidad de nuestras discusiones y debates es un reflejo de la calidad de nuestra sociedad. Y todos nosotros, de alguna manera, somos responsables de elevarla. Por lo tanto, como sociedad, no solo debemos aspirar a tener opiniones, sino también a tener opiniones informadas, basadas en hechos, y manifestadas con respeto. Esa es la única forma en que podemos convertir nuestra «competencia a la baja» en una auténtica carrera hacia la cima.